Aires d'a miña terra

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ADVERTENCIA PRELIMINAR DE LA SEGUNDA EDICIÓN



     A fines de Julio de 1880, dias después de haber salido á luz pública en Orense el libro cuya segunda edición ofrecemos hoy á nuestros lectores, el señor obispo de aquella diócesis expedía un edicto en que se condenaba la obra del Sr. Curros Enriquez, «por contener proposiciones heréticas, blasfemas, escandalosas y algunas que merecen otra censura;» edicto leido por todos los curas de aquella vasta diócesis al ofertorio de la misa popular, y publicado en el Boletin Eclesiástico, número 1.206.
     A los pocos dias, el juzgado de primera instancia de aquella ciudad instruía, en virtud de oficio del gobernador civil de la provincia (el Excmo. Sr. D. Víctor Novoa Limeses,) el sumario de causa criminal contra el inspirado autor de Aires d'a miña terra, por suponer que en varias de las poesías, A Igrexa fria, Mirand' o chau y Pelegrinos á Roma, se escarnecía alguno de los dogmas ó ceremonias del culto católico.
     La prensa, por su parte, tendía una mano fraternal al poeta perseguido en tales circunstancias; el libro, lanzado á los cuatro vientos, alcanzó una notoriedad,

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sin duda merecida, pero hasta entonces inusitada en Galicia: la edición se agotó en quince dias.
     Mas la censura eclesiástica continuaba en vigor, y en curso la causa criminal, fallada aI fin en primera instancia, el 4 de Agosto, condenando al Sr. Curros á la pena de dos años, cuatro meses y un dia de prisión correccional, multa de 250 pesetas, suspensión de todo cargo y del derecho de sufragio durante la condena, y costas, acordándose además la inutilización de los pocos ejemplares secuestrados. 
     Fuerza es consignar que esta condena, que nos abstenemos de calificar, produjo una dolorosa impresión en el ánimo de los numerosos amigos del poeta y de cuantos, aún no siéndolo, miran como sagrada la causa de la libertad del pensamiento.
     Pero fuera de la autoridad eclesiástica, de la civil y del juzgado de primera instancia, nadie pudo descubrir ni siquiera apariencias de criminalidad en las poesías denunciadas: el ministerio fiscal, dignamente representado, así en la primera instancia por el señor Nieto, como en el tribunal de apelación por el señor Collazo, opinó en el sentido de la libre absolución, y en tal sentido pronunciaron sentencia los respetables é íntegros magistrados de la Audiencia de la Coruña.
     Los más importantes documentos de esta causa, una de las páginas (¡y quiera Dios sea la última!) de la historia de la intolerancia en España, los ofrecemos hoy á nuestros lectores. Figura entre ellos la notable y vigorosa defensa escrita por el Sr. Paz Novoa, siempre apercibido á luchar valerosamente por los fueros de la libertad y del derecho, y la elocuente y hábil que pronunció ante la Audiencia el Sr. Puga Blanco (D. Luciano,) una de las primeras ilustraciones del foro coruñés.
     ¡Rara coincidencia! Entre las poesías que tantas protestas suscitaron, hay una, la titulada Mirand' o chau, que fué la que principalmente atrajo sobre la cabeza de su autor los rayos de la persecución, lo mismo, exactamente lo mismo que Le Bon Dieu, que el señor Curros imitó ó parafraseó, atrajo sobre el popular Beranger las iras del poder en 1821 y 1828. Bien es ver-

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dad que la intolerancia es siempre una y la misma á través del espacio y del tiempo, y que de la inspiración del vate galiciano puede afirmarse lo que de la del ilustre cancionero de Francia dice uno de sus biógrafos: es un arpa eólica que torna en armonías los acentos de la multitud.
     Leyendas, fiestas populares, dolores íntimos, la nostalgia, la ruda y santa sencillez de los campesinos, las injusticias que pesan sobre la noble, valerosa y sufrida raza que puebla las provincias del Noroeste; para todo tiene acentos, ya enérgicos, ya dulces, siempre bizarros y patéticos, la lira de nuestro nobilísimo poeta, que, con igual razón que el galo, puede exclamar:

LE PEUPLE C'EST MA MUSE!

El Editor.

Madrid, 1881

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