Majina, ou a filla espúrea. Conto gallego-castellano de miña abó

Páxina Anterior

Capítulo nº 15

Páxina Seguinte

m1valladaresmajina015.html

XV

     Os pelegrinos, non querendo por nada, nin por nadie, faltar as condicions d'a oferta, buscaron pousada humilde, pra cear e pasa-l-a noite, como humildemente pasaron. O outro dia, ou sea o vint'eoito, de madrugada, sacudieron o polvo d'o camiño, lavaronse, asearons'o millor posible e forons'a catredal; confesarons'ali e comulgaron; oiron algunhas misas, sin perde-l-a mayor; n'ela e diante d'a Soledá o Marques orou a Dios e a sua Nai po-l-o fillo que perdera, dándolles gracias o mismo tempo po-l-o eisito felís d'o seu voto; Salvio, porque nada malo lle sucedera durant'a pelegrinacion, porque'inocente resultaba Otilia e pra qu'esta por él se decidise, s'a Dios conviña; abrazaron o Sant'-Apostle; visitaron a capilla d'as reliquias e moitas outras, deron un paseo po-l-os clástros, contemplando dend'eles as erguidas torres d'aquela gran basílica, especialmente a d'o relos, e voltos o sagrado tomaron auga bendita e sairon po-l-a porta d'a Quintan. O Marques tiña cumplida a sua oferta. Dirigirons'a pousada, pagaron ali o seu pequeno gasto, marcharon seguidamente a unha fonda pra desaunarse con chocolate, que tempo habia ja que non tomaran, e foron auto continuo a unha sastrería, onde cada un encargou traje pra sí, arreglado a sua posicion n'a sociedá.
     A de Sancti-Petri, supoñendo, segun era de supoñer, qu'os pelegrino-l-a visitarian o vint'eoito, preparou o home, apenas chegou d'o Pico, e preparou-no de maneira que, se ben lle contou como o de Rebordan e o Marques de Tria-Castela viñan a Santiago de pelegrinos, en complimento d'un voto, e como casualmente s'atoparan n'a romaría, calou todo o demais ali ocurrido co-eles, pro añadindo, si, que lles ofrecera a casa e que non sería estraño chegasen de visita. Sancti-Petri adimirouse non pouco d'a novedá d'o caso e fijo a sua muller varias preguntas que contestou esta sin gran esforzo, estudiado, cal habia, as respostas po-l-o camiño, contando con que ll'as faría. Os pelegrinos deseaban volver a falar co-as de Sancti-Petri, mayormente Salvio; ensayáronse tamen n'o qu'habian de falar, tendo en conta a indicacion d'a nai d'Otilia, e dando o relos d'a catredal as doce, presentáronse, segun estaban, pois outros trajes n'os tiñan. Como a visita s'agardaba, sairon imediatamente a sala Sancti-Petri e a sua muller; d'alí a pouquiño, saeu Otilia, ningun se sorprendeu, solo Sancti-Petri mostrou algun adimiro que desapareceu o golpe. Houbo as ceremonias e cumplidos de rigor en tales casos, e ja sentados todos, Salvio, como de mais confianza e antiguo n'aquela casa, tomou a palabra e dijo:
     — Acabamos de dar por terminada la oferta hecha y, dentro de dos ó tres dias, tan luégo nos lleve el sastre un traje que cada uno de nosotros le ha encargado, tomaremos el coche de la Coruña y nos irémos á Madrid. Dispénsennos, pues, Vds. si venimos á saludarles en traje todavía de peregrinos.
     — El traje no hace al monje —contestou a de Sancti-Petri—, y aunque Santiago ofrece poco, cual no ignora V., una vez que están aquí, descansen Vds. algunos dias más. Con eso tendremos el gusto de ver no es esta la última visita, y hasta que el Marqués nos honre á comer un dia. V., Salvio, no necesita que le convidemos, sabe ya que puede venir cuando y como se le antoje.
     — Gracias, señora.
     — Sí, Marqués —añadeu Sancti-Petri—, mi mujer y yo tendríamos suma complacencia en que V. Nos favoreciese un dia á comer, y si Vds. se empeñan en marchar tan pronto, como dice Salvio, que ese dia fuese el de mañana mismo.
     — Por mí, con mucho gusto; el amigo Salvio dispondrá. En esto, como en todo, me tiene siempre á sus órdenes.
     — Bien. Mañana aquí vendremos á comer —contestou Salvio.
     Logo, Sancti-Petri e a sua muller puserons'á falar de cousas indiferentes c'o Marqués, e Salvio, acercándos'a Otilia, dijolle.
     — Noto con satisfaccion, Otilia, que ni los años ni los infortunios dejan apénas huella en el rostro de V. Encontré ayer y encuentro á V. como en sus mejores días.
     — Galante era V. un tiempo y veo que continúa siéndolo todavía, á pesar de hacer muchísimo que no nos vemos, tanto, que le desconocí ayer y desconocería aún si V. no se diese á conocer. Vienen Vds. tan maltratados del viaje, y luégo esa barba que casi les oculta el rostro...
     — Soy el de siempre para Otilia. Habrá cambiado mi exterior; mi interior, nó; es el mismo. ¿Cambió Otilia?
     — ¿Ignora V. cuánto he sufrido?
     — Ignoro quién sufrió mas. No hablemos de lo sufrido; hablemos del corazon de la hermosa Otilia hácia el pobre Salvio.
     — ¡Hermosa! Dicen que lo fuí un tiempo, cuando yo tenía diez y seis años, y concluyó con ellos mi hermosura. Hoy, amigo mio, me conceptúo una vieja. Tengo treinta y dos.
     — Diez más tengo yo.
     — Los hombres siempre parecen bien y se gastan ménos que nosotras las mujeres. V. fué siempre de una conducta irreprensible, ejemplar y yo... yo, á los ojos de V. debí aparecer culpable muchos años. El primer patrimonio de la mujer es el honor, y yo he sido deshonrada...
     — Probada está su inocencia.
     — La mancha queda siempre.
     — Cualquiera con esa mancha puede ser esposo de Otilia, y yo, si no fuesen mis cuarenta y dos, la quisera aún por esposa.
     — Yo..., si no fueran mis treinta y dos, quisiera tambien por esposo á Salvio —contestou ela, baijando os ollos e facendo un nudo n'a punta d'o pano que traguía posto.
     A nai, qu'atendía o Marqués e o que decia Otilia, inclinous'escontra Salvio e faloull'así o oido.
     — ¿No se lo dije á V.? ¿No le dije un dia que no era tarde?
     — Tambien pudo V. haberme dicho entónces algo más —respondeulle Salvio d'igual maneira.
     Logo este, dirigindos'outra ves á Otilia, preguntoulle:
     — ¿Cuando nos casamos, pues?
     — Cuando quiera Salvio.
     — ¿Dentro de ocho dias?
     — Cuanto ántes.
     — ¿Lo anuncio?
     — No hay inconveniente.
     — Marqués —dirigindos'estonces á éste, ¿quiere V. saber una cosa?
     — Diga V.
     — Que no podemos marchar ya cuando pensábamos.
     — ¿Y eso?
     — Porque me caso con esta señorita.
     — ¿Tan pronto se arregló V. con ella?
     — Años há que venimos arreglándonos; pero hoy ha sido la decisiva.
     — Por parte de V., creo buena la eleccion.
     — Gracias, señor Marqués —dijo Otilia.
     Seguidamente, añadeu aquel:
     — Respecto de esta señorita, ya habrá estudiado á usted y no necesitará de que yo le abone. Bien, pues: nos detendremos. Arreglen ahora Vds. el dia de la boda y padrino no se busque, pues quiero serlo yo.
     — Ninguno mejor —dijeron á unha todos.
     E acordouse celebra-l-a n'a primeira semana de San Joan, poi-l-o mes de Mayo estaba rematándose, habia que tirar despacho e dispoñer algunhas outras cousas. Co-esto, a visita foise prolongando as duas, hora de comer en Santiago, e vindo-a o Marqués n'un d'os relojes d'a casa, dijo á Salvio:
     — Amigo mio, estos señores querrán comer y no es razon les molestemos más; por otra parte, una vez que el viaje se suspende, tiempo tiene V. para desquitarse del que nuestra peregrinacion le haya robado.
     Otilia e Salvio rironse. Ergueus'o último d'o sofá en qu'estaba, erguéronse todo-l-os demais e despidindos'entre sí con apretons de mans, ofrecementos e cumplidos, colleron os pelegrinos os seus sombreiros, agarraron os bordons que fora d'a sala deijáran arrimados o recanto d'un pasadizo, e baijando a escaleira camiñaron pra a fonda.



Páxina Anterior

Ir ao índice de Páxinas

Páxina Seguinte


logoDeputación logoBVG © 2006 Biblioteca Virtual Galega